Hace tiempo, existían pequeños bichitos, pequeñas criaturas unicelulares que podían dar tumbos y oler unos pequeños cambios químicos en la sopa orgánica del mundo. “Esto es todo lo que se puede conocer”, declararon, y continuaron con sus existencias satisfechas, absorbiendo y dividiendo, dividiendo y absorbiendo, y haciendo muchos más de ellos mismos.
Pero unos pocos radicales sabían de alguna manera que existían otras cosas allá afuera, aparte de las proteínas y las cadenas de aminoácidos. Lo podían notar en sus cilios, sentir en los flagelos y lo sabían en su núcleo. No podían demostrarlo, pero sabían que había más cosas que saber sobre Lo Que Hay Allá Afuera. Aunque la mayoría de la comunidad bacteriológica rechazaba estas tesis radicales y pensaba que eran unos locos, una reducida minoría quería levantar el velo hacia el resto del universo.
Por ello, arriesgaron su vida eterna y, con miedo y agua caliente, se organizaron en criaturas pluricelulares. En ese momento trascendental ¡ABRIERON SU PRIMER OJO! No exactamente un globo ocular, desde luego, pero un conjunto de verdaderos nervios funcionales.
¡Buena idea! Ahora ellos podían SENTIR su conexión con la sopa química, se aglomeraban a su alrededor y sabían mucho más sobre los insensibles, a los que devoraron. La oscura, tranquila, calmada charca insípida de ligeras variaciones químicas se convirtió en un caldo de cultivo de pellizcos, sacudidas y golpes. Bastante quemada por esta nueva oleada de datos, la nación nematoda inventó el sexo. Otra buena idea, porque no sólo se multiplicaron como locos, sino que también en ese momento mágico de fornicación frenética, también entraron en contacto con un relajante y profundo sentimiento en sus grupos de nervios.
¡Aún había más que conocer! Aunque el resto de los gusanos se burló y los llamó locos, los pocos pioneros concentraron sus nervios en la dirección hacia el estímulo débil, débil, imposiblemente débil que les hacía señas, y en un momento trascendental, ¡ABRIERON SU SEGUNDO OJO!
¡Luz! ¡Color! ¡Películas en color! ¡Otra buena idea! Más partes del universo se mostraron ante ellos, una sensual cornucopia de información sobre Lo Que Está Allá Afuera, y su conexión con ello; y se atiborraron de ello: comiendo, reproduciéndose, y viendo 600 canales de tele por cable. Un frenesí de diversión más tarde, la sopa orgánica estaba llena de estos Hijos de los Grupos de Nervios Organizados.
Aunque muy dentro de sus ganglios sabían que había más que conocer, muchos de ellos repitieron el error que hicieran sus ancestros unicelulares hace tanto tiempo. Se mofaron de la noción de que había algo más que ser conocido y alguna manera más de conocerlo, y llamaron a los disidentes locos. Sí señor, unos locos pioneros de nuevo concentraron sus conciencias en el calmado, dulce sonido que estaba al otro lado del precipicio de consciencia sensorial, removieron algo en algún lugar en el interior de los huecos de su sistema glandular y, en un momento trascendental, ¡ABRIERON SU TERCER OJO!
¡Buena idea, otra vez! Recibieron mensajes e información sensorial desconocidas para la vaca media o el analista de mercado estándar, y tan difícil de expresársela como es explicar trigonometría a un gusano de la fruta. Dieron un salto cuantitativo hacia delante en el conocimiento de Lo Que Está Allá Afuera y su inefable conexión con ello. Pero el resto de las vacas y los analistas de mercado les llamaron locos. Bien, veintitrés trillones de bacterias dijeron lo mismo hace cien millones de años. ¿Y adivinas donde están ahora? ¡Aún son bacterias!
Por esto te digo, ¡sé loco! Estate dispuesto a ser demente antes que el resto del mundo. ¡lleva tu locura individual con orgullo! ¡Supera la tiranía de tus sensores neurológicos y Tómate unas Vacaciones de Tus Sentidos!